domingo, 1 de agosto de 2010

No hay mucho que observar en un cuarto oscuro

Sobre la calle 13 con carrera 64 en la ciudad de Bogotá, en pleno Chapinero y muy cerca de la iglesia de Lourdes, se encuentra ubicada la casa de José Ignacio. Su casa es una fantasía desde que abre su puerta, en la que hay un tapete del independiente Santa Fe, se puede sentir el olor a madera vieja cuando se está en ella, las tablas rechinan con cada paso de sus habitantes y sobre su ambiente se siente un cálido espacio de vivencias y recuerdos. Es una casa ubicada en un segundo piso, la puerta sólo dirige a unas escaleras de madera que van hacia el segundo piso. En el trayecto de las escaleras se puede observar distintos tipos de fotografías a blanco y negro con dos tipos de marco, unos verde oscuro y otros blancos. Los personajes de estas fotos pueden ser desconocidos para algunos, sin embargo para los ojos de José significan una buena parte de su vida.

Al término de las escaleras, en la pared de enfrente se encuentra una fotografía muy curiosa en la que hay un niño campesino en una sabana extensa y junto a un hombre con pinta de extranjero, muy alto por cierto. Al lado izquierdo una sala bastante grande, tres sofás color beige que combinan muy bien con la tonalidad pastel azulada y blanca de las paredes de la casa. Junto a los sofás, una mesa de madera y una rockola con música de antaño, que lastimosamente hace mucho tiempo no ha vuelto a ser usada. Un pequeño balcón con una mata de sábila, está después de la sala, sobre el que puede observar la calle 13. En seguida de la sala, la tradicional cocina, con algunos gabinetes un tanto oxidados y una nevera que hace un ruido impresionante.

Saliendo de la cocina se puede ver la sencillez de la casa, que apenas tiene tres cuartos y cuatro puertas. En el primero de ellos, se puede ver un par de camas sencillas con sábanas blancas de un solo tono. Encima de la cabecera de una de las camas está el cuadro del sagrado corazón, un pequeño ventanal con puerta de madera y una cortina de seda suiza. En medio de las dos camas, una mesita de noche sobre la que se posa un radio de pila de dedo, un calendario que dice "panadería chapimax", un sobre de pastillas naranjas, un plato vacío, un vaso con agua y una lámpara. Sobre la pared de la entrada se encuentra el clóset que ocupa medio espacio de esta. Por último, se puede ver encima del tapete, que se encuentra debajo de la cama, unas pantuflas de caucho con algunas gotas de agua.

Al lado de esta alcoba, se ve otro cuarto con el mismo espacio que el anterior, pero éste en ves de ser un cuarto es un taller, hay tres mesas grandes y altas de madera, sobre los que hay un verdadero desorden de piezas, placas, tarros, químicos, rollos, carretes, papeles... un verdadero desorden. Un par de butacas de madera y al lado un montón de carpetas que archivan más de mil fotografías. En una esquina del taller, se encuentran tres cámaras análogas, dos de ellas réflex y la otra una rolleicod, muy bien conservadas. La puerta del baño está constantemente cerrada y la última puerta, que esta justo en frente a la sala, pertenece al laboratorio, al cuarto oscuro de Ignacio, en el que ha pasado los mejores años de su vida y en el que quisiera morir. Lo conoce al derecho y al revés, al entrar hay una serie de cuerditas donde cuelga las fotografías, sobre la pared del fondo unos gabinetes, unas mesas, un lavaplatos, unas mangueras y unas bandejas llenas de algún líquido.

1 comentarios:

azulquitapenas dijo...

..pero éste en vez de ser un cuarto es un taller, por ahí hay otro este sin acento, revisa bien. Ah, tiene tres cámaras, no 3. Definitivamente hay otro que lo mira, que lo encuentra, ¿no? En el comienzo puede funcionar algo así, tendríamos que ir a sus diarios, a sus cuadernos donde tiene notas sobre todas las personas a las que ha fotografiado para ligar a los otros personajes.

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