jueves, 21 de octubre de 2010

Anhelo dentro de la oscuridad

José Ignacio abrió la puerta de su casa, subió las escaleras y encontró un cuadro desagradable. Toda la casa estaba patas arriba, los muebles estaban rotos, las gavetas de la cocina estaban por fuera, los platos rotos, había basura por todas partes, vidrios, rotos; en su cuarto la ropa estaba fuera tirada en el piso, rota. Toda la casa había sido profanada, pero extrañamente no se llevaron nada. Quién podría ser el autor de este acto, tal vez una persona que odiaba a José Ignacio, pero quién. José se quedó pasmado por un instante y recordó que se le había olvidado revisar el laboratorio, estaba peor que toda la casa, los químicos estaban en el suelo, habían esquirlas de vidrio por todo el lugar, José Ignacio se fijó en un pequeño mural que él tenía con algunas de sus mejores fotos y descubrió que las fotos de Carolina Motealegre no estaban. 

Durante mucho tiempo José la había visto delante de una pantalla, presentando noticias o programas de televisión. La había escuchado a través de unos parlantes en la radio. Pero jamás la volvió a ver, anheló durante mucho tiempo volverla a ver, pero los dos pertenecían a diferentes contextos y para él era innecesario buscar lo que no se le había perdido.

Lo que se decía por ahí era que Carolina era la mujer de uno de los más duros narcotraficantes del país, pero nunca se le comprobó. Después de la muerte de Guillermo Montealegre, un importante político, fue que sucedió la profanación de la casa de José Ignacio. Varias semanas estuvo él pensando en lo sucedido hasta que se destapó todo. El autor de la profanación había sido el Pete, el esposo de Carolina. Cuando murió su padre, ella lo dejó y las cosas empeoraron, él publicó las fotos que José Ignacio tenia en su mural, en las que ella se encontraba totalmente desnuda. Por supuesto, esto fue el fin de su intachable carrera. En venganza, Carolina le dio a las autoridades datos necesarios para capturarlo. Unos días después de que esto, Carolina amaneció muerta en un apartamento en el norte de Bogotá que había sido alquilado por un mes. 
 
Int. Cuarto Oscuro. Día

Una puerta rechina en la oscuridad, un dedo se desliza sobre el switch de la luz, se prende una luz roja. José Ignacio, 20, tez blanca arrugada, barba blanca pronunciada, ojos cafés, lentes redondos con marco negro, estatura media. Agarra un papel fotográfico que se encuentra sobre un mesón lleno de vasijas, tarros de plástico y una caja de herramientas. Sobre el mesón se encuentran tres bandejas plásticas llenas de líquidos, José sumerge el papel dentro de la primera bandeja. La cara de una mujer se va revelando sobre el papel, a través del líquido se ve la desnudez de la mujer, se revelan sus caderas pronunciadas, unas piernas largas y contorneadas y unos pechos pequeños y firmes. José termina de revelar la fotografía y la cuelga en una cuerda del mismo cuarto sobre la que se encuentra diez fotos con la misma mujer.

José Ignacio se acerca al mesón en donde tiene un libro al lado de sus herramientas, abre la llave del agua y se sirve un vaso, agarra un cenicero metálico, se aleja un poco de sus herramientas y los químicos, agarra una caja de fósforos, enciende un cigarrillo, se sienta en un pequeño butaco, acomoda el cenicero metálico sobre su pierna izquierda, abre el libro y busca cuidadosamente, pasando su dedo pulgar sigilosamente hasta encontrar la página 256.

José apaga un cigarrillo en el cenicero metálico, en el que se encuentran cinco colillas de otros cigarros. Mira su libro, página 289, lo separa doblando una pestaña en la hoja de la página 257 y lo cierra. Se pone de pie y va hacia la cuerda que contiene las diez fotos. Saca un tarro grande metálico que está debajo del mesón, en éste introduce las fotografías que observa lentamente una a una, abre un cajón en el que están los rollos y los introduce en el tarro. Agarra gasolina y moja el contenido del tarro con la gasolina.

José agarra la caja de fósforos, una lágrima se desliza sobre su mejilla y cae encima de las fotografías, un fósforo encendido cae encima de las fotografías y arden bajo el fuego.

José apaga la luz roja y sale del cuarto y deja la puerta abierta, mientras las fotografías se consumen por el fuego, camina hacia la cocina y en el trayecto del cuarto a la cocina le da un infarto fulminante que lo deja tirado en el suelo. Dos días después, Bernardo lo busca y se entera que José Ignacio Benavides ha muerto.

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