viernes, 24 de septiembre de 2010

un negativo, una flor, una noche... muchas fotos

Un año muy complicado fue el que vivió José Ignacio en el 59, por un lado había estado en el ejercito, con todas las incomodidades y humillaciones que esto podía llevar. Él siempre ha sido una persona irreverente, que no le gustan las órdenes y mucho menos a la brava. Sin embargo, durante su estancia en las fuerzas armadas colombianas le tocó asumir un rol que no estaba acostumbrado a tener y fue allí donde aprendió que la única forma de combatir la violencia es sin más violencia y cuando se dio cuenta de esto, supo que su destino no era en la vida militar. Por el contrario, su destino se encontraba en la capital.

Faltaban unos cuantos meses para que se cumpliera el tiempo en el que José terminara su servicio militar, esos meses los tuvo que vivir en Río Negro, haciendo guardia dentro del centro urbano para cualquier ataque que pudiera tener el pueblo de los grupos insurgentes.

Allí fue donde conoció a Carolina, una mujer muy hermosa, curvas pronunciadas, alta, ojos claros, cabello oscuro y una boca despampanante. José la veía sólo los fines de semana, ella era novia de un capo del pueblo, Pete. Ella estudiaba en la capital y estaba con Pete solo porque su padre se lo pedía, por conveniencia. Ella no lo quería ni un poco, pero debía estar con él porque su padre era apoyado por Pete financieramente para mantener una carrera política en Río Negro.

Pete tenía tan controlada su situación en el pueblo que hasta manejaba a la fuerza pública a su antojo, así que se encargo que Carolina y su padre tuvieran protección por la oleadas de violencia que se vivían en el pueblo. José sentía escalofríos cada vez que ella le pasaba por el frente o cada vez que lo saludaba y mientras el más buscaba hablarle, ella le era más indiferente. Todo fue de esa manera, hasta que una vez José Ignacio vio a Carolina intentando obturar la cámara a velocidades muy lentas, así que José se tomó el atrevimiento de ayudarle con eso. Ella se hubiera imaginado cualquier cosa, menos que su propio guardaespaldas tomaba mejores fotografías que ella. Por este detalle, Carolina cambió radicalmente con él, pero no se daba cuenta que lo que pasaba era que José se estaba enamorando de ella.

Carolina pudo armar un pequeño cuarto oscuro en el que revelaba sus fotos, le enseñó a José Ignacio lo único que él no sabía, el revelado de una película fotográfica. José sabia que ese tiempo junto a Carolina no le iba a durar mucho y como sus sentimientos estaban cambiando decidió expresarselo a ella. En un principio, pensó que sería algo imposible. Sin embargo, con el pasar de unas cuantas palabras y unas sonrisas entre ellos, José se dio cuenta que los ojos de Carolina le decían algo. Finalmente, decidió no dar un paso atrás y expresarles sus sentimientos a la hermosa mujer. Aprovechó un momento en el cuarto oscuro y mientras le señalaba un encuadre de un negativo se fue acercando muy lentamente hasta que sus labios se rozaron. Carolina se estremeció, pero se fue del cuarto sin decirle nada a José y dejándolo con el negativo en la mano.
Después de un tiempo, en una noche solitaria, Carolina se apareció con una bata puesta y su cámara en la mano. Le dijo a José que quería unas fotos de ella, él asintió su cabeza y ella le explicó que deseaba que fueran desnudos; se quitó la ropa e Ignacio en un gesto de mucha caballerosidad intentó contener sus impulsos y deseos sexuales con el espectáculo de mujer que estaba viendo en frente de él. La noche fue muy larga, casi eterna. Eterna por el placer que tuvo José de estar junto a Carolina en cuerpo y alma, una noche que marcó su vida y dio un giro inesperado de lo que él creía que era el amor.


La mañana siguiente, José despertó y una rosa roja estaba junto a él, la guardó en su maleta junto a los rollos que usó la noche anterior. Carolina se había ido para la capital y José terminó su ciclo en Río Negro. Posteriormente, terminó su servició militar y de esa noche sólo quedaron los recuerdos.

Recuerdos que pensó que nunca volverían. Sin embargo, 29 años después volvieron. Carolina Montealegre, se volvió una diva. Presentadora, modelo y en la madures de su carrera se lanzó como empresaria. Carolina se convirtió en un personaje muy importante de la clase alta nacional. Tuvo muchos problemas durante su carrera, por ser esposa de un delincuente como Pete y cuando se murió su padre ella decidió abandonar a este sujeto. Pete, por su parte, estaba obsesionado con Carolina y como él sabía que los más importante para ella era su carrera, le reveló a la prensa las fotos que José tomó aquel día en que los dos experimentaron frente a la cámara.

1 comentarios:

azulquitapenas dijo...

Bien Carlos, cambia el apellido de Carolina, hay una actriz que se llama así y cualquiera podría pensar que es ella. Hay que corregir par de acentos y una que otra cosa en la redacción, pero está bien, revisa lo del rollo, no creo que cambiando su vida como la cambió esa noche, José habría dejado el rollo, puede ser mejor que este tipo vaya a su laboratorio directamente a robarle uno de los rollos, ella puede haberle contado eso en algún momento...

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